Biggie

Cortometraje documental, 1976, 12 min.
Ingreso / registro
Desde las siete de la mañana¸ 580 alumnos en su mayoría niñas entre los cinco y 16 años invaden la estrecha calle del Colegio Sagrada Familia en la Isla de San Andrés. A pie¸ en busetas¸ taxis¸ autos particulares y hasta en motocicletas van llegando mientras la ruta¸ principal acceso a la ciudad¸ se acalora¸ se congestiona y estrecha peligrosamente. Un policía gordo¸ alto y bonachón¸ afronta la situación haciendo sonar su silbato parando el tráfico¸ recriminando a conductores y motociclistas imprudentes¸ ayudando a los niños a descender de los vehículos y controlando ese pequeño caos con la cuidadosa energía. Biggie es en estos momentos el hombre más importante de la Isla. Cumple un deber que lo liga inexorablemente a una vocación truncada años atrás cuando recibió la carta. Bajo la fronda de los palos de mango y palmas de coco enseña las primeras letras a los 23 alumnos negros de la escuelita rural por los lados de El Cove. La carta con membrete del Ministerio de Educación¸ después de recorrer 2.000 kilómetros encuentra esa mañana a su destinatario: Amanuel Smith¸ maestro rural¸ Escuela de El Cove. "Insubsistencia del cargo por reajuste presupuestal". Biggie no lo puede creer pero está escrito y la carta en sus rústicas manos. Dentro de su moreno cuerpo de gigante¸ Biggie es un niño grandote asustado y desprotejido como el más pequeño de sus alumnos. Lo único que sabe es enseñar las primeras letras en pésimo español a niños que hablan un "patois" derivado del inglés. Ni él mismo entiende porque lo obligan a enseñar un idioma que no es el suyo y que apenas chapucea. Extrañamente a su rutina¸ ese día no llegará hasta su casita de madera del Sound Bay. Los niños absortos y sin comprender lo que sucede¸ lo van marcharse por la carretera polvorienta. Pasa de largo por el vecindario donde sus amigos sentados a la puerta de sus casas lo miran asombrados. Biggie continuará su camino hasta la ciudad. Como un sonámbulo vagará entre la masa de turistas que se atiborran de baratijas en los almacenes de los turcos. Camina entre sus paisanos que se dedican a actividades ajenas a su modo de pensar y de actuar. Quizás alberga la remota posibilidad de encontrar nuevos rumbos que le disipe la amargura de haber sido despojado del trabajo que fuera su vida durante 18 años. Con el atardecer va y viene por las calles del comercio¸ se asomará sin curiosidad por los hoteles¸ casinos¸ restaurantes¸ bares¸ etc.¸ hasta recalar en una cantina de la Avenida Principal¸ donde encontrará amigos que se divierten al son de música ruidosa de Calipso¸ contando chistes celebrados con grandes risotadas. Lo invitarán a algunas copas y como estará fuera de su costumbre¸ se embriagará hasta el amanecer quedándose dormido. Lo despertará el dueño de la cantina. Todavía atontado por el alcohol y apenado por la situación¸ es recibido en la calle por el impacto brutal del sol brillante sobre sus ojos. De ahí en adelante caminará por la Avenida 20 de Julio¸ hasta la Avenida La Playa encontrando a su paso todo lo inmundo y grotesco del turismo tempranero. Verá gentes que ocupan las calles¸ las playas¸ bebiendo¸ riendo y gritando en grupos heterogéneos con ridículas vestimentas de colorines¸ distorsionados por la bruma alcohólica. Se sentirá ahora extraño en su tierra¸ vivirá ahora momentos de frustración en contraste con la falsa alegría de los forasteros que todo lo invaden como hormigas destructoras. Verá en su recorrido¸ fornidos y lustrosos lancheros que ayudan a las turistas de piel lechosa a subir a las lanchas que los llevarán al "Johnny Cay" y al "Acuario". Barbudos gigolós isleños abrazados a hippies americanas rubias¸ bronceadas y sonrientes. Más adelante turistas finos de Bogotá matando su ocio tirados en arenas blancas al frente de exclusivos hoteles. Cerca de la Punta Norte estarán llegando los pescadores que ese día han salido de madrugada a pescar el "bonito" a bordo de frágiles cayucos. Estos desembarcarán brillantes atunes y sacrificarán tortugas sobre la arena. Allí estará también su amigo el pescador de almas¸ que amaneciendo se llega hasta la playa del "Isleño" acechando los bancos de sardinas grandes y plateadas. Mediante certeros lanzamientos de su atarraya. Llenará una bolsa de regular tamaño en menos de una hora. El mismo estará al día siguiente a la puerta de su iglesia recibiendo a sus fieles para los servicios religiosos. Dará su plática dominical sobre la vida y la muerte. Cansado¸ sudoroso y hastiado de la nueva experiencia. Biggie regresará a su casa donde lo esperan su mujer e hijos. Domingo en la mañana Biggie y su familia acudirán a la iglesia como es su costumbre. Serán recibidos por su amigo el pescador de sardinas y de almas¸ quien influirá nuevas esperanzas de vida a sus fieles.
A la salida de la misa¸ será rodeado por niños a quienes Biggie ha enseñado las primeras letras. Una extraña felicidad lo iluminará al sentir el cariño y la admiración de los pequeños. Es importante sentir que su vida no ha sido inútil. Vuelve a la realidad de los días felices¸ cuando enseñaba en la humilde escuela de El Cove. El tráfico de las once de la mañana¸ los pitos de los carros y el tropel de los niños saliendo del colegio¸ le harán sentir que sigue en lo suyo¸ que nada ha cambiado¸ es el más importante desde su nuevo trabajo como policía de tráfico destacado en la zona escolar. Estará feliz de volver al contacto con sus niños no ya desde la modesta cátedra de una escuela rural¸ sino con un silbato entre los dientes protegiendo a los que tanto ha amado. Clasificación: 1-B.

DIRECCIÓN

Jorge Rafael Espinosa

GUION

Nick Camelo

FOTOGRAFÍA

Gustavo Barrera

MÚSICA

Luis Felipe Basto

PRODUCCIÓN EJECUTIVA

Clara María Ochoa D.

PRODUCCIÓN

Cinco Cinematográfica

IDIOMA ORIGINAL

Español
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