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El pueblo de Puerto Berrío está situado a orillas del río Magdalena en Colombia. Durante más de 30 años sus habitantes han rescatado cuerpos o pedazos de cuerpos de las víctimas de la violencia, arrojados al río para desaparecerlos. Estos cadáveres sin identificación, conocidos como NN (Ningún Nombre), estarían destinados a una fosa común. Sin embargo, durante décadas, los habitantes de Puerto Berrío los han adoptado, dándoles nombres, decorando sus tumbas y llevándoles agua, regalos y flores. Según la creencia, las ánimas recompensan a los vivos dándoles protección y concediéndoles favores. Algunos de los adoptantes incluso los bautizan con sus nombres y apellidos. A través de este ritual colectivo, pienso que los pobladores de Puerto Berrío le dicen a los perpetradores de la violencia: "En nuestra comunidad no permitimos que sus víctimas desaparezcan; no sabemos quienes son, pero a ellos los volvemos nuestros". La película muestra cómo este ritual reconstruye un tejido social desgarrado durante décadas por ciclos continuos de violencia en Puerto Berrío.
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